Existen varios tipos de inmadurez
Inmadurez psicológica
Entendemos como falta de madurez o inmadura a la persona
que no tienen actualizadas al máximo sus potencialidades, sean éstas de
carácter psicomotriz, intelectual, o afectivo, en relación al momento
cronológico considerado y según un determinado modelo tipo o patrón, todavía no
adulto, falta de manejo en todos, o en algunos campos o habilidades del
conocimiento humano.
La persona inmadura no ha llegado a termino en el desarrollo
de todas o algunas sus capacidades como ser humano, ya sean cognitivas,
afectivas, de comportamiento o físicas. Muchas veces se expresa en falta de responsabilidad y en el miedo a tomar
decisiones por temor al fracaso
Inmadurez neurológica
Un prematuro que no
haya desarrollado completamente su sistema nervioso en el útero materno podría
tener sus funciones cerebrales inmaduras, hasta lograr llegar a su desarrollo
adecuado. Entre los signos que denoten inmadurez en las funciones cerebrales se
incluyen:
Fisiológicas: Ahogarse con mucha
frecuencia, cambiar frecuentemente de color, y respirar irregularmente o tener
frecuencia cardíaca irregular.
Motoras: Retorcerse, sufrir
entumecimiento muscular, cojear o estar imposibilitado de permanecer erguido.
Estados de la
Consciencia: Incapacidad para estar alerta o sufrir un estado de nerviosismo
constante.
Atención: Problemas para focalizarse en una persona en particular o prestar atención; cansarse rápidamente cuando se interactúa con alguien.
Atención: Problemas para focalizarse en una persona en particular o prestar atención; cansarse rápidamente cuando se interactúa con alguien.
Autorregulación: Dificultad para
calmarse luego de haberse puesto nervioso
El hecho de comprender y darse cuenta de que su hijo está retrasado en cualquier área particular del funcionamiento neurológico la ayudará a satisfacer mejor sus necesidades y a ayudarlo a adaptarse al entorno que lo rodea y así facilitará su desarrollo y crecimiento.
Se diferencia del retraso mental que consiste en
un aprendizaje incompleto de las
habilidades cognitivas durante el desarrollo humano, que conduce finalmente a
limitaciones sustanciales en el desenvolvimiento normal. Se caracteriza por un
funcionamiento intelectual significativamente inferior a la media, que tiene
lugar junto a limitaciones asociadas en dos o más de las siguientes áreas de
habilidades adaptativas: comunicación, cuidado personal, vida en el hogar,
habilidades sociales, utilización de la comunidad, autogobierno, salud y
seguridad, habilidades académicas funcionales, ocio y trabajo.
Inmadurez emocional
Las personas que llegan a la edad adulta pero
siguen viviendo como adolescentes, sufren el Síndrome de Inmadurez Emocional.
Son personas con una edad de 30, 40, o mas años que viven como adolescentes.
El llamado síndrome de Peter Pan en alusión
al personaje que vive en el país del “nunca jamás”, un mundo en el que el
tiempo no pasa, solo habitado por niños. Y cuando Peter Pan se entera que el no
es el padre de estos niños, siente un gran alivio, y esto es lo que les pasa a
las personas que padecen este síndrome:”no quieren dejar de ser hijos para
pasar a ser padres”.
Estas personas disfrutan de las ventajas de ser eternos adolescentes, sin preocuparse por el paso del tiempo, sin la responsabilidad que implica ser padre, ni el compromiso afectivo de estar en pareja y formar una familia.
Por el contrario, sienten que comprometerse
con una persona y asumir la responsabilidad de hacerse cargo de una familia, coarta
su libertad.
Es esta una libertad de hacer y deshacer lo
que tiene ganas, olvidando que un ser adulto es aquel que si bien es libre, afronta
las consecuencias de sus actos, de las que el inmaduro no quiere saber nada, siempre
en una eterna juventud.
Una vez
aclarado esto, entonces ¿cual inmadurez tiene el déficit atencional?
El
diagnóstico de inmadurez neurológica, aunque se puede parecer, es transitorio y
no existe en ninguna de las clasificaciones aceptadas internacionalmente para
niños y jóvenes. La palabra inmadurez debe ser desterrada de modo definitivo de
las características atribuibles a los déficits atencionales, porque además de
incorrecta e inexacta es degradante para ellos.
Cuando
algunas funciones no corresponden a la edad cronológica o no se han
desarrollado de modo uniforme ni homogéneo se puede decir que existe una
variación normal del desarrollo, lo que es equivalente a disarmonía del
desarrollo. Si tienen un curso estable deben ser diagnosticados como trastorno
específico del desarrollo del lenguaje, de las funciones viso espaciales o de
la coordinación de movimientos.
Los Trastornos del Desarrollo
Son
aquellas desviaciones en el patrón de desarrollo que exceden el rango
normal de variación porque ocurren ya sea en un tiempo, una secuencia o un
grado no esperado para la edad o etapa del desarrollo.
Suponen una inteligencia normal,
ausencia de déficits sensoriales significativos y ausencia de lesión cerebral.
De acuerdo al tipo de funciones neurológicas que
experimenten un desarrollo relativo más lento, serán las manifestaciones clínicas
que mostrará el niño. Así, por ejemplo, una combinación de dificultades en
atención selectiva, control de impulsos, control emocional y control del grado
de actividad motora, se manifestará como una dificultad importante del niño
para adecuar su conducta a las exigencias de su medio ambiente. Esto sucede con
los niños portadores de Síndrome de Déficit Atencional - Hiperactividad.
Cuando la variación de funciones que experimenta el
niño, se da en una combinación de dificultades viso-espaciales, organización de
las secuencias temporales, memoria, control de la motilidad voluntaria y
funciones cerebrales superiores, la manifestación será un Trastorno de
Aprendizaje Escolar.
Pero, además puede desviarse el patrón de
maduración del sueño y control de esfínteres (Enuresis nocturna primaria), el
desarrollo del habla y lenguaje o el control motor (Dispraxia del desarrollo).
Existe una variada gama de posibilidades de
combinación de estas definiciones neurológicas del desarrollo, que acompañarán
por períodos largos de tiempo, y que se expresarán clínicamente como
variaciones en la conducta y/o el ritmo de aprendizaje escolar. Muchas
de ellas llevan a que el afectado sienta crónicamente, que no cumple las
expectativas de su medio, con el consiguiente impacto emocional negativo.